«En lo que vamos de año, son 42 mujeres las víctimas mortales de la violencia de en España, la última, de quince años, esta mañana. A ellas hay que sumar 10, que siguen respirando, pero no viviendo, porque sus hijos fueron asesinados por una de las formas más crueles de la violencia de género: la violencia vicaria. Sumemos, también, otras 22 víctimas más: los huérfanos de madre, esas madres asesinadas por sus propios padres o por sus parejas.
Estos son los terroríficos datos que tenemos en lo que va de 2024. Todos los aquí presentes sabemos que no será el definitivo al acabar este año.
Conmemoramos este Día Internacional Para La Eliminación De La Violencia Contra La Mujer, a las puertas de la Navidad. Ni este año, ni el que viene, ni ninguno más, 22 niños volverán a tener a su madre. Sus abuelas y abuelos no tendrán a su hija; sus tías y tíos no tendrán a su hermana.
Y no ha sido la desgracia de las enfermedades lo que se las ha llevado, sino el azote de una lacra. Una lacra que existe y que algunos discursos aún se empeñan en silenciar.
Niegan a las más de 65 mujeres que han sido asesinadas cada año desde 2003; niegan a los más de 10 niños asesinados cada año para maltratar a sus madres con el mayor dolor que puede infligirse a una mujer. Niegan a los 36 menores huérfanos que deja cada también cada año. Niegan que la Red Insular de Servicios a las Víctimas de la Violencia de Género de Gran Canaria, sólo en Gran Canaria, atendió el pasado año a 4815 mujeres y 473 menores.
No hay cabida, hueco ni rendija que deba dejar pasar el discurso negacionista, que debe ser sancionado con todo el peso de la ley para evitar que esta violencia que mata a mujeres y niños, y destruye las vidas de madres, padres, hermanas, hermanos, siga instaurándose en entornos que deberían ser seguros, como el deportivo, el sanitario, el cultural, el educativo, y también en otros que ya están contaminados por la lacra de la violencia machista y que pone en peligro a las mujeres desde edades muy tempranas: el entorno digital.
Las víctimas existen, están ahí, esperando a que hablemos y luchemos por ellas y por las que vendrán, a que dejemos de ser cómplices de la crisis silenciosa. Ellas ya no pueden hablar, nosotras, nosotros, sí.
Necesitamos el apoyo de todas las instituciones para frenar, o quizás, en un futuro soñado, acabar con la lacra. Necesitamos la ley de nuestro lado, sin condiciones.
Necesitamos tomar partido ante las atrocidades. Porque es nuestro silencio lo que estimula al verdugo.
No queremos ser valientes, queremos ser libres, queremos estar a salvo, queremos estar vivas».
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